Al igual que su
infancia, la muerte de Rómulo el padre y fundador de Roma es digna de una
de las mas grandes y enigmáticas leyendas.
Plutarco en su libro
“Vidas Paralelas tomo I,(Rómulo) hace mención a tan intrigante hecho
“ocurrió fuera, junto al lago llamado de la
Cabra o de la Cierva, donde aquel estaba celebrando una junta pública; y que en
el aire sucedieron entonces de repente fenómenos maravillosos, superiores a
cuanto puede ponderarse, y trastornos increíbles; que la luz del sol se
eclipsó, y sobrevino una noche nada serena y tranquila, sino con terribles
truenos y huracanes violentos, que de todas partes movían gran borrasca.
Rómulo siendo conducido al Olimpo por Marte
Oleo de Nattiel siglo XVlI
En esto, lo que es la plebe se dispersó y dio a huir, y los principales se juntaron; cuando luego, desvanecida la tormenta y restituida la luz, volvió con esto a reunirse el pueblo, todos buscaban y deseaban ver al rey; pero los principales no se lo permitían, ni les daban lugar para hablar en ello, sino que los exhortaban a venerar a Rómulo, como arrebatado a la mansión de los Dioses, y convertido, de buen rey que había sido, en un dios benéfico para ellos. Creyólo la mayor parte, y se retiraron contentos, venerándolo con las más lisonjeras esperanzas; pero hubo algunos que reconvinieron agria y desabridamente a los patricios sobre este hecho, inquietándolos y acusándolos de que querían hacer creer al pueblo los mayores absurdos, después de haber ellos sido los matadores del rey. XXVIII.- En este estado de turbación dicen que un ciudadano de la clase de los patricios, muy principal en linaje, de gran opinión en cuanto a su conducta, amigo además de la confianza de Rómulo, de los que vinieron de Alba, llamado Julio Proclo, se presentó en la plaza, y acercándose con juramento a las cosas más sagradas, refirió en público que yendo por la calle se le había aparecido de frente Rómulo, más bello en su presencia y más grande que lo había sido nunca, adornado de armas lustrosas y resplandecientes, a quien, pasmado con su vista, había dicho: “¿Qué te hemos hecho, oh rey, o qué te has propuesto para dejarnos a nosotros entre sospechas injustas y criminales. y a todo el pueblo en orfandad y general desconsuelo?” Y aquel le había respondido: “Los Dioses han dispuesto, oh Proclo, que sólo hayamos permanecido este tiempo entre los hombres, siendo de allá; y que habiendo fundado una ciudad grande en imperio y en gloria, volvamos a ser habitadores del cielo; regocíjate, pues, y di a los Romanos que si ejercitan la templanza y fortaleza, llegarán al colmo del humano poder; y yo, bajo el nombre de Quirino, seré siempre para vosotros un genio tutelar”. Pareció esta relación a los Romanos digna de crédito por la opinión del que la hacía y por el juramento.”
Oleo de Nattiel siglo XVlI
En esto, lo que es la plebe se dispersó y dio a huir, y los principales se juntaron; cuando luego, desvanecida la tormenta y restituida la luz, volvió con esto a reunirse el pueblo, todos buscaban y deseaban ver al rey; pero los principales no se lo permitían, ni les daban lugar para hablar en ello, sino que los exhortaban a venerar a Rómulo, como arrebatado a la mansión de los Dioses, y convertido, de buen rey que había sido, en un dios benéfico para ellos. Creyólo la mayor parte, y se retiraron contentos, venerándolo con las más lisonjeras esperanzas; pero hubo algunos que reconvinieron agria y desabridamente a los patricios sobre este hecho, inquietándolos y acusándolos de que querían hacer creer al pueblo los mayores absurdos, después de haber ellos sido los matadores del rey. XXVIII.- En este estado de turbación dicen que un ciudadano de la clase de los patricios, muy principal en linaje, de gran opinión en cuanto a su conducta, amigo además de la confianza de Rómulo, de los que vinieron de Alba, llamado Julio Proclo, se presentó en la plaza, y acercándose con juramento a las cosas más sagradas, refirió en público que yendo por la calle se le había aparecido de frente Rómulo, más bello en su presencia y más grande que lo había sido nunca, adornado de armas lustrosas y resplandecientes, a quien, pasmado con su vista, había dicho: “¿Qué te hemos hecho, oh rey, o qué te has propuesto para dejarnos a nosotros entre sospechas injustas y criminales. y a todo el pueblo en orfandad y general desconsuelo?” Y aquel le había respondido: “Los Dioses han dispuesto, oh Proclo, que sólo hayamos permanecido este tiempo entre los hombres, siendo de allá; y que habiendo fundado una ciudad grande en imperio y en gloria, volvamos a ser habitadores del cielo; regocíjate, pues, y di a los Romanos que si ejercitan la templanza y fortaleza, llegarán al colmo del humano poder; y yo, bajo el nombre de Quirino, seré siempre para vosotros un genio tutelar”. Pareció esta relación a los Romanos digna de crédito por la opinión del que la hacía y por el juramento.”
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